Mi ayudante me traicionó, pero no logró hundirme
Yo tenía un ayudante, uno bueno, lo reconozco. Nada de un ayudante digital y tal, uno humano, de los que beben cerveza. Ese fue el que me traicionó.
Además, el muy cabrón se asoció con Murphy, ya sabes el de la ley. Me dejó tirado justo cuando tenía un compromiso importante.
A ver, eso igual no es tan raro, lo de su traición no, lo del compromiso digo. O sea, a veces tengo compromisos, no siempre, pero los tengo. En este caso era un compromiso importantísimo, uno familiar, Myriam, los críos, mi hermano y su señora, mi sobrino, mi ahijado, mi primo y su señora… Muy importante.
Y me dejó con el culo al aire.
Bien es cierto que no le avisé de lo del compromiso. Pero coño, si uno tiene un ayudante no es para avisarle de nada. Es al revés, ¿no?, es el ayudante el que me tiene que avisar a mí, que tengo una memoria de mierda. Venga va, lo admito, no le avisé.
Pero cumplo con él, coño, siempre he cumplido. Vale que no le pago mucho, bueno, no le pago nada, pero jamás le ha faltado cerveza, que es lo principal para un ayudante.
Y lo peor de todo, la excusa de mierda que me puso: Que tenía que estar con su mujer dijo, joder, su mujer, si siempre está con ella; que se iban a París, como si eso fuera raro; y a ver una momia, coño, una momia está disecada desde hace siglos, y así seguirá; que la momia era Paul Mccartney, zurdo encima, e inglés.
En fin, tuve que hacer mi primera paella a leña sin ayudante. Algún santo se descolgó y no salió tan mal. Y bueno, al menos me sirvió para lo que cuento en la página 260.
De este libro: Olvida este Libro
P.D.1 ¿En serio, Paul Maccartney sigue vivo?
P.D.2. Vale Rubén, te dejo volver, pero no lo hagas más.